1984 - George Orwell

En ocasiones, el Gran Hermano dedicaba el orden del día a recordar y homenajear a ciertos miembros ordinarios del Partido cuya trayectoria en la vida y en la muerte daría como ejemplo a ser tomado como modelo e imitado por todos. Hoy recordaría al camarada Ogilvy. Por supuesto que el tal Ogilvy no había existido, pero algunas frases y un par de fotografías fraguadas bastarían para hacerlo creíble.

[...]

El camarada Ogilvy, que hace una hora no existía, era ya un hecho. A Winston le resultaba curioso que se pudieran crear hombres muertos y no hombres vivos. El camarada Ogilvy, que nunca había existido en el presente, era ya una realidad en el pasado, y cuando quedara olvidado en el acto de la falsificación, seguiría existiendo con la misma autenticidad, con pruebas de la misma fuerza que Carlomagno o Julio César.